
Administraciones Públicas, entidades suministradoras y la ciudadanía en general, hemos de desempeñar un papel activo, comprometido y colaborativo para contribuir a la conservación de este bien básico en el presente y a futuro”
El agua juega un papel fundamental y estratégico en el futuro y el desarrollo sostenible de una comunidad autónoma como Andalucía, la región española que mayor volumen de este servicio esencial proporciona a la red (un 17%). Los servicios públicos de abastecimiento y saneamiento desempeñan una función social clave en la salud y el bienestar de las personas, su calidad de vida, la reducción de la pobreza y la sostenibilidad económica y ambiental.
En tiempos de crisis, como la pandemia del Covid-19 vivida desde 2020 y ahora la situación de sequía, esta realidad cobra mayor evidencia y plantea todo un reto de gestión y gobernanza a las Administraciones Públicas, las empresas operadoras y la propia ciudadanía.
Aún en escenarios sanitarios y climatológicos adversos, este bien esencial ha de seguir siendo símbolo de vida, progreso y resiliencia. Para hacer frente al déficit estructural de agua que vivimos, todos debemos comprometernos con su buen uso y cuidado, cada uno en el papel que le toca. Las administraciones y los operadores, por un lado, favoreciendo de forma conjunta la materialización de las inversiones necesarias para la sostenibilidad y máxima eficiencia de las infraestructuras hídricas; y por otro, fomentando la planificación y la coordinación, aplicando planes especiales y de emergencia para la prevención y gestión del riesgo, y también reforzando el abastecimiento mediante recursos hídricos alternativos y adicionales, como son la reutilización y el aumento de producción de aguas regeneradas. Y la sociedad en general, por su parte, extremando nuestro nivel de concienciación y compromiso con un uso y consumo responsable del agua.
Un indicador de la gravedad de la situación hídrica actual es el adelanto de las campañas de sensibilización y concienciación sobre el uso responsable del agua. Mensajes que son más habituales de los meses de mayo y junio, llevan emitiéndose en cambio en este contexto desde comienzos de año.
El escenario hidrológico viene siendo poco favorable en el último año y, ya en junio de 2021, la Junta de Andalucía aprobó su decreto de sequía ante la situación actual en los distintos sistemas de las Demarcaciones Hidrográficas Intracomunitarias andaluzas. En otoño el panorama fue a peor y la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir declaraba en noviembre la situación excepcional por sequía extraordinaria en su cuenca, tras meses de severo déficit de agua que se mantiene en el tiempo y que ha dejado las reservas andaluzas a la mitad, situándose ya en algunos casos por debajo del 30% en el último mes.
Respecto al índice pluviométrico, desde el inicio del nuevo año hidrológico el pasado 1 de octubre, las precipitaciones acumuladas se sitúan nada menos que más de un 40 por ciento por debajo de la media de los últimos 25 años. Y más significativo aún, la precipitación media de enero de 2022, el mes más seco del año hidrológico, ha sido un 85% inferior al valor de la media histórica.
Los embalses andaluces siguen por tanto acumulando meses de alerta y están a menos de un tercio de su capacidad. Así, actualmente están en situación de excepcional sequía declarada los Sistemas de la Demarcación Hidrográfica del Guadalquivir, Barbate, Campo de Gibraltar, Viñuela y Cuevas de Almanzora, y a punto de entrar de forma inminente el Sistema Costa del Sol.
Afrontamos pues una situación muy delicada, ante la que tenemos una responsabilidad social compartida. Necesitamos un compromiso y una corresponsabilidad de todos ante una cuestión de supervivencia común.
La sostenibilidad del agua es viable si trabajamos para ello de forma conjunta y colaborativa. La sequía es un problema del que todos somos partícipes, y está en nuestra mano promover y alcanzar soluciones conjuntas.
Hemos de sentirnos todos como cuidadores de este recurso natural, porque cuidar el agua en sus diferentes ámbitos y usos, no es más que cuidar de nosotros mismos, de nuestra calidad de vida y el desarrollo sostenible de nuestro entorno, en el presente y a futuro.
“Cuidar el agua no es más que cuidar de nosotros mismos, nuestra salud y calidad de vida, el progreso sostenible de nuestras ciudades y la conservación de nuestro entorno”